Propuesta de cambio de nombre de la Península Mitre por el de Península Haush. Recuperación histórica de una toponímia que honre la memoria del pueblo originario que habitaba ese territorio
Roberto Hilson Foot

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Fotografías:
Roberto Hilson Foot

Bibliografía

I
INTRODUCCIÓN

La península Mitre tiene una gran importancia para nuestro país y la misma ha sido parcialmente reconocida por las disposiciones legislativas que han comenzado a estructurar un sistema de protección de sus dimensiones geológicas, geomorfológicas, botánicas, faunística, históricas y culturales. Al explorarla en las expediciones que emprendimos a lo largo de los últimos quince años, es que se nos ha presentado, en los términos de las discusiones filosóficas contemporáneas en torno al debate por la posmodernidad, como uno de los pocos lugares en el mundo en el que el color local resiste a lo global. Esos túrbales, bosques, ríos y montañas todavía no se ha transformado en escenografía de lo mundial. La globalización que está moldeando al planeta ha puesto en marcha procesos de fijación del espacio a los que esta inhóspita península resiste, pero no como territorio que adolece por sus miserias o se condena por su incapacidad de generar valor, sino como lugar que resiste a la valorización sistémica del mercado, resistencia que viene ocurriendo desde al menos 300 años. La distancia en la península, que hemos recorrido a costa de grandes esfuerzos y peligros, todavía tiene un peso físico de impedimento capaz de amenazar la potencialidad social de gestación del espacio como producto social y todavía se mantiene dentro de sus confines la diferencia entre el aquí y el allá (Bauman, 1998).
Ni la prepotencia colonial homicida de los holandeses, ingleses y españoles durante la época de la acumulación originaria, ni la ambición y saña criminal de emprendedores capitalistas como en el caso de J. Popper, ni el estado moderno lograron la legibilidad o la transparencia del espacio de ese territorio. La península tuvo un efecto tan disuasivo que impidió incluso una estilización cartográfica acorde con las pautas científicas que se aplicaron para el resto del país a partir del siglo XIX. No se logró por ejemplo a lo largo del siglo XX que el entonces denominado Instituto Geográfico Militar generara una cartografía en escalas de 1:100.000 o 1:50.000 de esta región. En ese renuente territorio, la distancia no estuvo cartografiada y solo ahora en el siglo XXI existe la posibilidad de imágenes con una resolución creciente, obtenidas por medio de sensores remotos, capaces de dar cuenta con algún detalle de su superficie. Las condiciones naturales de la península lograron que la distancia no se cancelara con facilidad y pudiera aislarse en su inaccesibilidad por largos siglos.
Ese territorio tuvo un pueblo del cual hemos perdido su voz. La palabra de esas generaciones de seres humanos fue exterminada y la riqueza de su cultura en buena medida se nos ha perdido como parte de la historia de la implacable selectividad del colonialismo europeo y las masacres del estado oligárquico argentino. Nos queda nuestra palabra o sea, la de aquellos que pretendemos defender una identidad dinámica y plural para nuestra patria que nos impele a reivindicar y homenajear a los que tenían el derecho de ser en ese territorio. Si bien no podemos cambiar la historia, nuestra obligación como generaciones del siglo XXI es reparar hasta donde podamos lo que se hizo a partir de 1492, para no ser cómplices de la peor masacre de la historia en nombre de la civilización occidental y cristiana. Es nuestro imperativo el de rememorar a los masacrados para certificar nuestra voz condenatoria y para que no pueda decirse que practicamos un silencio cómplice del genocidio.
Somos concientes de la imposibilidad de contar con un lenguaje con capacidad instrumental representativa, que nos sea dócil y traslúcido, que pueda brindarnos sentidos unívocos capaces de dar cuenta plenamente de la dimensión de la tragedia y asumimos por el contrario, un espacio de multiplicidades de sentidos en transformaciones agonales. Entendemos que la imagen acústica o significante y el correspondiente significado ya no puede ser anclado o enraizado en la cosa, sino que los significantes demandan disputas y no meras elaboraciones conceptuales por lo que la toponimia implica correlaciones de fuerzas estructurantes de la inteligibilidad del espacio. Por la imagen acústica que las palabras  “península Mitre” nos proveen entendemos la huella psíquica que ella genera y asumimos que la conceptualización resultante demanda una puja por los sentidos del significante que pueden ser entendidos como abiertos. Tal como lo indicaba J. Derrida (1930-2004) intentamos deconstruir lo que tiene una dimensión  institucional, tal como es el caso de una toponimia que resultó de apropiaciones del espacio que demandaban la denegación de entidad o en algunos casos el exterminio de los pueblos originarios y de la convalidación de esos procederes coloniales por parte del estado oligárquico que resultaron en estructuras institucionales que nos obligan a impugnar lo instituido.

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II
UBICACIÓN, SITUACIÓN Y LÍMITES

La península se encuentra ubicada en la República Argentina, al sudeste de la Isla Grande de Tierra del Fuego, en el Departamento de Ushuaia.
No existe realmente un istmo por lo que es posible cuestionar la pertinencia del concepto de península en términos geomorfológicos, sin embargo a lo largo de las décadas la idea de una península se ha impuesto y ya sabemos que la historia a lo largo del mundo ha sido capaz de nominar lugares aún en detrimento de la precisión geomorfológica. Los límites de la misma son algo imprecisos pero es posible acudir a lo establecidos en la delimitación dada en el proyecto de área protegida, pues allí se indica que son las cuencas del río López y del río Noguera las que marcarían su límite occidental. Algunos sin embargo lo extienden por el norte hasta el río Irigoyen y hacia el oeste hasta el río Moat. Al noreste el límite es sin mayores dudas el océano Atlántico y al este el estrecho de Le Maire que la separa de la Isla de los Estados.
Se puede tomar al meridiano de 65º O como el deslinde por encontrarse entre la Isla de los Estados y la Península. El punto más extremo de la misma es el Cabo San Diego a 65º 07´O. Con respecto al límite occidental de este territorio si se toma la cuenca del río López, la desembocadura del mismo se encuentra a 66º 20´O aunque si como entienden algunos, consideramos al río Moat como el límite, entonces la longitud en la desembocadura de ese río es de 66º 44´O y por lo tanto pasamos a incluir dentro de la península al punto más austral de la Isla Grande de Tierra del Fuego que es la Punta Falsa. Erróneamente el IGN sigue consignando como punto más austral al Cabo San Pío y ello a pesar de toda la evidencia que hemos aportado en el artículo pertinente publicado al respecto (ver wwwestudiospatagonicos.com.ar-Revisión del punto extremo sur de la Argentina). Hacia el norte como lo adelantáramos podemos establecer el límite de este territorio en la cuenca del río Noguera ubicamos su desembocadura a los 65º 51´O aunque según otros al tomar al río Irigoyen nos desplazamos algo más al  noroeste en torno al meridiano de los 66º O.
En línea recta hay casi 50km entre las desembocaduras de los ríos López y Noguera y casi 60km entre Moat e Irigoyen. Desde la línea que une estas últimas desembocaduras  hasta la costa sobre el Estrecho de Le Maire hay una distancia que oscila entre los 70 y 90km aproximadamente dependiendo de las inflexiones de la costa.
Como anticipábamos desde el punto de vista geomorfológico no sería una península por carecer de un istmo o sea un estrechamiento que lo una al continente. A pesar de estas posibles objeciones se adopto el concepto de península en documentos oficiales y durante el período legislativo de 2011 se presentó el Proyecto de Ley de creación del Área Natural Protegida Península Mitre que se entendía ajustado a lo establecido por el artículo 54 de la Constitución Provincial y al artículo 82 que faculta al poder provincial a destinar tierras fiscales para la creación de reservas y parques. También se incorpora en los considerandos, la Ley Provincial Nº 55 sobre medio ambiente y la Ley Nº 272 sobre la creación de un sistema provincial de Áreas Naturales Protegidas como encuadres legales para el ordenamiento territorial. Es muy importante a los fines de nuestro proyecto de cambio en la toponimia el inciso l) del proyecto que refiere  a la protección de la riqueza cultural correspondiente al grupo aborigen Haush, lo cual nos da pie a reafirmar esta idea de la necesidad de cambiarle el nombre a la península, adoptando el del pueblo originario que allí vivió, lo cual ha sido reconocido por las investigaciones científicas, los testimonios históricos y la legislación provincial.

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III
ORIGEN DEL NOMBRE

La denominación de Península Mitre le fue impuesta en 1887 por Julio Popper (1857-1893) un ingeniero rumano que llegó a la Argentina a los 28 años y al ser de los primeros blancos en recorrer algunas partes de la isla decidió arbitrariamente homenajear a Bartolomé Mitre (1821-1906), quién fuera presidente de la Argentina por medio de la coacción y del fraude entre 1862 y 1868. La peculiaridad de la ocupación territorial de una porción de la isla por parte de J. Popper esta en el hecho de que no resulta de una campaña militar por parte del estado sino de una acción política delegada, en la que el emprendedor se arrogó atribuciones propias del estado como la coacción pública, los sellos postales o la moneda que trajeron conflictos incluso con los primeros gobernadores tanto en el caso de Félix Paz como de  Mario Cornero pues impugnaban las atribuciones reclamadas por un actor de la sociedad civil a costa del poder formal estatal.
En la conferencia que Popper dio el 27 de Julio de 1891 en el Instituto Geográfico Argentino relató textualmente “A esta península, que puede decirse forma el extremo sur del continente americano (sic), la bauticé con el nombre del eminente repúblico, del popular hombre de estado, teniente general Bartolomé Mitre”. En principio el ingeniero avala la tipificación como península y por otro lado considera que tiene la facultad de nominar partes del territorio sin considerar las toponimias de los pueblos originarios y unilateralmente homenajear a personajes que considera referentes de la clase dirigente oligárquica con la obvia intención de ganarse su favor para hacer negocios impunemente, incluso en connivencia comercial con los homenajeados.
No parece necesario atarnos en el siglo XXI a la espuria legitimidad de J. Popper para imponer la toponimia de la isla, no parece un personaje acorde con los valores que defendemos de una Argentina mas pluralista, inclusiva y democrática y sobre dicho personaje pesa la seria acusación y abundantes pruebas de estar involucrado en el genocidio de los Selk`nam. No debemos resignarnos a otorgarle a genocidas la potestad de dar nombre a los lugares que compartimos de nuestra patria. Con respecto a Bartolomé Mitre nunca fue a la zona, no esta vinculado con la historia de la misma y su nombre fue invocado solo por el interés del rumano de contar con apoyos entre la clase dirigente porteña para llevar adelante la explotación de los recursos de la isla. Adicionalmente la figura de Bartolomé Mitre esta vinculada con el exterminio del pueblo hermano del paraguay y con las reiteradas masacres de sectores populares del interior de nuestro país. Sin legitimación democrática obtuvo todos sus cargos de forma violenta y fraudulenta y fue una expresión de los intereses oligárquicos en detrimento de los sectores populares. Nunca accedió a un cargo por medio del voto popular por lo que resuelta contradictorio con una sociedad como la del siglo XXI que pretende preservar sus valores democráticos, valorizar la integración con los pueblos de la patria grande y rescatar la memoria y la cultura de los pueblos originarios. Darle a esa península el nombre de Mitre es un agravio a la memoria de los masacrados y con justicia proponemos que se la conozca como Península Haush.

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IV
LOS HAUSH, LA DEMOGRAFÍA DE LA TRAGEDIA

Tanto los relatos de la expedición del capitán James Cook en 1768-69  como la descripción del naturalista Charles Darwin en 1832 navegando en el “Beagle” dan testimonio del pueblo Haush en Bahía Buen Suceso. Es posible plantear que subsiste alguna duda sobre el patronímico de ese pueblo originario y hay versiones en que se los refiere como los aush o los manekenk pero más allá de las variaciones en los patronímicos o gentilicios lo importante es que pretendemos por este medio valorar la huella del recuerdo que nos dejaron y queremos gestar un regreso de lo olvidado. Entendemos que la toponimia es un dispositivo de lucha, en este caso contra el pasado que implica una memoria del exterminio de los pueblos originarios (Augé, 2015). Haush o aush o incluso Manekenk son las denominaciones con las que se ha conocido a este pueblo. Es posible que la denominación “Haush” sea fruto de la designación hecha por los yamanas o sea los canoeros del sur de la isla, pero es muy probable que los habitantes de la península lo incorporaran como propio o sea como “autodenominación”. En los estudios antropológicos la denominación goza de un fuerte predominio incluyendo los trabajos de Anne Chapman (1922-2010) quién realizara algunas de las primeras expediciones de investigación a un territorio que denominó en sus trabajos como ocupado por los Haush incorporando el término como fruto de su  autodenominación.
Es pertinente admitir que no sabemos mucho de este pueblo y esta propuesta de cambio en la toponimia es una forma de llamar la atención para destinar esfuerzos y recursos en pos de mejorar nuestro conocimiento de ese legado. Era un pueblo de cazadores recolectores del cual hay evidencia arqueológica desde el Cabo San Pablo al norte hasta la bahía Sloggett al sur. Eran cazadores recolectores que utilizaban recursos alimenticios tanto de la costa oceánica como de las sierras, túrbales y bosques, para conformar una dieta que incluía huevos, aves, pinnípedos, pingüinos y ballenas en caso de varamientos, peces, pequeños roedores, guanacos y claro esta algunas plantas y frutos como en el caso del calafate o el pan de indio (Panarello et. al.2006).
El desarrollo demográfico de este pueblo pone en números los efectos catastróficos del contacto con la “civilización”. Samuel K. Lothrop (1928-1965) en su libro “The Indians of Tierra del Fuego”  estima que había unos 300 habitantes. Charles W. Furlong (1874-1967) estimaba que hacia la década de 1830 serían de 200 a 300 seres humanos. Lucas Bridges (1874-1949) en 1899 afirma que quedaban unos 60 habitantes. Martín Gusinde (1886-1969) en la década de 1920 nos relata que fueron informados al recorrer la isla de la existencia estimada de cinco sobrevivientes Haush. Estos aterradores números refuerzan nuestra propuesta de cambiar el nombre de la península como forma de memoria que pueda invitar a explorar la verdad de la desaparición de este pueblo y de los otros pueblos fueguinos y homenajear aunque sea de forma tardía su recuerdo para que el dolor de su destino no sea olvidado.

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V
PROPUESTA DE UNA NUEVA TOPONIMIA

En los términos de Roland Barthes (1915-1980) el significante vacío implica un plano de significados mas allá de los objetos, en el cual los hechos empíricos adoptan un brillo metafórico o simbólico que puede forzar al lector a hacer juicios de valor que conllevan implicaciones éticas. Ese sería el caso que nos atañe o sea la valorización de un pueblo que fue exterminado sin historia, sin memoria, del que no podemos ni siquiera dar cuenta de cómo desaparecieron ni ejercer con ellos una elemental practica discursiva. Pretendemos disputar el significado vinculado al nombre de Mitre para esta remota península de nuestra patria. Sabemos que esta labor requiere de un sistema de representaciones convencionales y por ello arbitrarios como parte de una historia que ya no documenta lo real  sino que produce lo inteligible, en este caso una forma de entender la colonización que disputamos y repudiamos. Ya no es la razón occidental entendida como una ideología de la historia capaz de modelar unilateralmente las inteligibilidades sino que planteamos racionalidades de una historia que si bien escribe el vacío de los signos, nos compromete a demandar una dimensión agonal de disputa por la toponimia.
Confrontamos una ideología  que incide de modo oscuro y asfixiante e impide una sociedad más pluralista, democrática y popular que es la que defendemos. Una historia que acepta su dimensión de narrativa culturalmente arbitraria y en la cual la disputa por una nueva sociedad demanda exponerla como un discurso ideológicamente determinado. Por la memoria de las voces que ya no hacen eco en las costas fueguinas, por sus niños cuyos llantos fueron de muerte por  sus esperanzas truncadas y sus alegrías que fueron tronchadas en el silencio y la opresión de la muerte gestamos un grito hecho escritura y acción por cambiar la toponimia como acto de homenaje para que esa península al ser Haush contribuya a mantener el recuerdo de los que debieron poder hacer que sus risas fueran ecos en esas costas.

Bibliografía

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