Demografía Yámana
Roberto Hilson Foot

Estudio sobre los Yámanas que habitaron las costas del Canal de Beagle y que desaparecieron durante el siglo XX.

Investigación y trabajo de campo:

Trabajo de Campo: Enero 1997:
Roberto Hilson Foot

Expedición: Enero 1998:
Gastón García Guevara
Roberto Hilson Foot

Expedición Canal de Beagle: Enero 1999:
Roberto Hilson Foot

Expedición Canal de Beagle: Enero 2000:
Roberto Hilson Foot

Agradecimientos:
A Luciano García Guevara con quien compartimos parcialmente la elaboración de este material. A Ernesto L. Piana por su asesoramiento, cordialidad y por habernos facilitado las imágenes de este artículo.

Bibliografía

I

    Lidiar con los espectros del pasado, ha sido una experiencia en muchos casos penosa. Tratar de aprender lo que fue la vida de este extraordinario pueblo de canoeros es sumamente difícil y con frecuencia hemos sido abordados por una profunda tristeza, un sentimiento de duelo por esos seres humanos explotados, masacrados, perseguidos, por esas familias desmembradas y esa cultura avasallada por aquellos que se creían superiores en su prepotencia etnocéntrica. El estudio de los Yámanas es ya un hecho predominantemente arqueológico. Su idioma apenas produce eco en las costas del Canal de Beagle, sus historias y tradiciones al ser orales, murieron en buena medida con el sufrimiento y la agonía de un pueblo que fue exterminado en medio de la indiferencia de muchos de los que podrían haber evitado la catástrofe.
    Los Yámanas son ya mayoritariamente hombres y mujeres tumbas, personas de una cultura que hay que descubrir en sus utensilios, sus armas, adornos y herramientas, meras imágenes en borrosas fotos donde las víctimas no ríen, no juegan, no cantan, sino que posan ante los que con frecuencia retratan la propia destrucción que causan. Unos pocos herederos disputan por una memoria que los legitime, buscando por medio de la genética y de sus recuerdos un reconocimiento que demuestre su fortaleza para resistir al avasallamiento. Nuestro estudio es así un pequeño homenaje para aquellos seres cuyas voces se han ido perdiendo entre las trágicas tempestades de los mares del sur.

II

    Una de las primeras cuestiones que abordamos es como designar a este pueblo. Cuando el capitán Robert FitzRoy (1805-1865) los visitó en la década de 1830, mientras cruzaba un gran estrecho frente a la isla Hoste, aparentemente le habría preguntado al muchacho aborigen llamado Jemmy Button por el nombre del mismo. Este le respondió confundido con el vocablo Tekianaca o Tekeuneca que en Yámana podría ser apenas un toponímico. Este vocablo fue posteriormente uno de los que se aplicó de forma equivocada para designar a este pueblo. Algo más de medio siglo después, la misión científica francesa al Cabo de Hornos, los llamó Yammascoonas. Aparentemente, los canoeros del oeste, los así llamados Alakaluf, designaban a este pueblo como los Yapoos, una posible deformación de la palabra Yámana. Lucas Bridges (1874-1949) los llama en general Yahganes, que viene de Yahga, un lugar del Paso Murray que según relata frecuentaban los nativos. Hoy en día parece gozar de cierto consenso el uso del nombre que ellos mismos utilizaban: el de Yámanas. En el diccionario de Bridges el término Yámana indica el vocablo usado para distinguirse de los otros nativos que hablaban en lenguajes distintos y en el prefacio a la edición de 1987, Natalie Goodall refiere al término como aludiendo a hombre, vivo (man, alive). Tenía la connotación de lo humano, lo que estaba vivo y podía ser entendido como propio de los hombres. Es posible que la palabra tuviera una forma sustantiva y también una forma verbal, asociada al respirar, vivir y ser feliz. El único inconveniente con este vocablo es que parece ser exclusivamente masculino, no incluyendo por lo tanto a las mujeres. Esta razón hace que las últimas descendientes mujeres con manejo de su lengua hayan objetado esa denominación por ser solo masculino con la posibilidad de utilizar  el aporte de Adalberto Salas con el nombre háusi kúta (escrito por este autor háusi kút~). Entre los cronistas ingleses y los relatos de los evangelizadores anglicanos, una proporción muy alta utiliza el término Yahgan. El Vocabulario hecho por Rau y publicado por Outes a través del Museo de la Plata, también los llama Yaganes. Nosotros hemos optado a lo largo del artículo, por aquel término que este pueblo parece haberse dado a sí mismo como una forma de respetar su identidad aún aceptando como un problema a resolver a futuro la consideración sobre la objeción de género sobre el término.
    Al enunciar el tema de este artículo hemos aludido a los vocablos de denominación. Esto nos plantea de inmediato el problema de como identificar y consiguientemente establecer los límites espaciales y temporales para esta cultura, pero a la vez precavernos contra la idea que lo primitivo o salvaje tiene como nota distintiva el predominio de lo fijo e inalterable por sobre el cambio. Si se ha asociado el concepto de cultura a aquello hecho por los hombres por lo que no sería lo natural sino lo social frente a lo biológico por tanto, no determinado directamente por un legado genético, ello demanda la elaboración de modelos o convenciones en los que las sociedades se hacen. Estamos por ello ante un fenómeno no fijado. Debemos incorporar una dimensión temporal y de cambio, pues el estudio de los Yámanas permite desmentir la asociación entre los llamados pueblos primitivos de etapas “salvajes” con el fijismo cultural. Si aceptamos que toda producción de un grupo humano en la dimensión material o simbólica es cultura, y que la misma está atravesada por contradicciones, disputas y luchas, debemos inevitablemente problematizar temporalmente el alcance del vocablo Yámana. ¿Es posible identificar y postular identidad entre la cultura de los habitantes del canal en el cuarto milenio antes del presente con los canoeros descriptos por los primeros exploradores europeos en los siglos XVII y XVIII? Ciertamente los estudios antropológicos acerca de los Yámanas desmienten los postulados de la escuela evolucionista, pero además ante su desaparición se generan problemas metodológicos casi insalvables tanto para el particularismo de F. Boas (1858 –1942) como para el funcionalismo de Bronislaw Malinowski (1884 –1942). Siendo nuestro estudio apenas una introducción, la referencia inmediata es al pueblo Yámana en el proceso de ser observado, pero a su vez destruido por los europeos, con la posibilidad de extendernos hacia una mayor profundidad histórica gracias al inestimable trabajo arqueológico de antropólogos como Luis Orquera y Ernesto Piana.

III

    El hábitat de este grupo aborigen es lo que hoy llamamos la Tierra del Fuego y los archipiélagos del Sur. La Tierra del Fuego estaba habitada al momento de la expansión europea por 4 grupos étnicos. Al Centro y Norte los Onas o Selknam, al Este en la hoy llamada Península Mitre los Haush o Manekenk, al Oeste los Alakalufes y al Sur los Yamánas. El Canal de Beagle y las islas al Sur del mismo fueron el ámbito geográfico en el cual se desarrolló su cultura. El Canal corresponde a la costa Sur de la Isla Grande de Tierra del Fuego. Recordemos que eran canoeros y los canales y pasos entre las islas eran el refugio ideal contra los fuertes vientos y marejadas. Étnicamente se distinguían con claridad de sus vecinos del Norte, los Onas o Selknam, quienes tenían una cultura de rasgos emparentados con los Tehuelches continentales. Los Yámanas, al ser canoeros con hábitos semi­nomádicos, se desplazaban por una zona que incluía las islas Hoste, Navarino, Nueva, Picton y Lennox, alcanzando el archipiélago del Cabo de Hornos. Hacia el Este llegaban con frecuencia a la Bahía Sloggett, siendo incierta su capacidad de realizar viajes regulares hasta la Isla de Los Estados en la cual se han encontrado testimonios arqueológicos sobre su presencia. Navegaban un área de unos 250 km. a lo largo del Canal de Beagle encontrándose al Oeste con la zona de influencia de los canoeros Magallánicos conocidos como los Alakalufes, y hacia el Este con los Haush en lo que impropiamente llamamos península Mitre. Todavía resulta difícil determinar el tipo de relaciones que mantenían con este pueblo, pues para llegar a la Isla de los Estados debían tocar costas en la  península, zona teóricamente de dominio Haush. Ushuaia, la hoy llamada Bahía Ensenada, las Bahías Lapataia, Chica, Valente y Yendegaia eran de asidua frecuentación Yámana.
    Cuando en 1882 y 1883 la misión francesa a bordo de la fragata La Romanche, bajo el comando de Martial, llega al Cabo de Hornos estudia la zona, y se instala en la Bahía de Orange en la Península de Hardy al sur de la isla de Hoste, encuentra en toda esa zona a los Yámanas, y ya entonces previenen a los visitantes contra la confusión entre este pueblo y el del Oeste, los Alikoulips, también llamados Alikhoolips o Alakaloufs. En total, el área de influencia de los Yámanas en el siglo XIX era de unos 250 Km. de largo de Este a Oeste, por unos 130 Km. de Norte a Sur, en torno a los 55° de latitud Sur. Esa era la geografía donde los Yámanas desarrollaron su peculiar forma de vida.

IV

    La zona Sur de la Tierra del Fuego está determinada en su geomorfología y su tectónica por ser un margen transformante y por los intensos efectos de las glaciaciones. Los canales, islas y tipos de costas con frecuencia han sido moldeados por los glaciares del Pleistoceno y Holoceno. En la actualidad es un ambiente frío y húmedo marcado por los fuertes vientos y las repentinas tormentas. La navegación encuentra un reparo ante el inclemente tiempo en las bahías y ensenadas de la entrecortada costa. El bosque es espeso, los montes con frecuencia están cubiertos de densos renovales y malezas tupidas que dificultan el tránsito terrestre. El suelo de los bosques es húmedo, cubierto de troncos de árboles caídos, musgos, vegetales secos y helechos que forman una capa continua con predominio de turbales. Aún en verano se pueden experimentar nevadas y bruscos cambios de temperatura. Las precipitaciones disminuyen en el canal de Oeste a Este. En el archipiélago del Cabo de Hornos hay registros de más de 250 días por año con precipitaciones, con más de 70 días de nevadas, superando los 1200 a 1500 mm. En Ushuaia, a los 54° de latitud Sur, la estación del Servicio Meteorológico Nacional nos arroja una máxima media de 13 ó 14° C para el verano y 3 ó 4° C para el invierno. Las máximas absolutas pueden llegar a 25 ó 26° C y las mínimas absolutas por debajo de los -10° C. Las temperaturas mínimas medias son de 4 ó 5° C para el verano y -2 ó -3° C para el invierno, en general con alta humedad relativa. Las precipitaciones en Ushuaia son de unos 500 a 600 mm. pero creciendo con rapidez hacia el Oeste. La heliofanía es baja, el promedio anual es de 4 hrs., algo más del 30%. Los cielos presentan con frecuencia una gran nubosidad con promedios anuales cercanos a las 6 Oktas. Es posible detectar la incidencia del mar y es claramente un clima de tipo marítimo. La presencia oceánica hace que los veranos sean más fríos que los del hemisferio Norte a la misma latitud, pero como contrapartida, los inviernos son más moderados que los de Canadá o Siberia.
    Tradicionalmente, ha fascinado a los investigadores el desarrollo de los hábitos canoeros en este pueblo, y creemos que parte de la explicación de los mismos debe buscarse en la forma que utilizaron la flora y fauna del sur de la Tierra del Fuego. El bosque fueguino es exuberante. Se encuentra el guindo Nothofagus betuloides, que son de hoja perenne, con un diámetro en la base de 1,50 m. y una altura de unos 30 m. El verdadero Coihue es el Nothofagus dombeyi de 45 m. de altura y 3 m. de diámetro. Son abundantes también la Lenga o sea el Nothofagus pumilio, el ciprés o Austrocedrus chilensis y el Canelo Drimys winteri. Lo importante de esta flora es que en un bosque tupido con renovales impenetrables, donde el desplazamiento es dificultoso y la visibilidad mínima, es una sorprendente ventaja en tiempo y energía el ágil desplazamiento con canoas por la costa ante lo arduo de la movilidad terrestre. Existe además otro factor que contribuyó a que los Yámanas optaran por las costas, y es la escasa fauna del bosque. El único mamífero de gran envergadura es el guanaco, el cual prefiere las estepas a los bosques cerrados donde se le dificulta ostensiblemente la locomoción. Los Yámanas cazaban guanacos, pero era un recurso no disponible en todos lados y les implicaba aparentemente la organización de expediciones de caza de larga duración. Ante las dificultades que implica la vida en la tierra, la opción por el mar era óptima, más movilidad, mejor caza, y mayor diversidad en sus fuentes alimenticias.

V

    Dentro de este ecosistema los canoeros del Beagle lograban abastecer sus necesidades. La conclusión más difundida estima en más de 3,000 el número de canoeros orientales a principios del siglo XIX. Los Onas o Selknam, cultura del centro y norte de la Tierra del Fuego, eran más numerosos, acaso cercano al número de 10,000 indígenas. Sin embargo la densidad de los Yámanas, en los siglos XVII y XVIII, es mucho más alta que el promedio de la Patagonia, lo cual implica una mayor productividad en el uso de los recursos. Esto demuestra la inexactitud de la teoría del arrinconamiento y primitivismo de este pueblo.
    Los registros demográficos sobre la llegada de los “Yámanas” a la zona del canal nos están dando un poblamiento continuo de 7.000 años, aunque es difícil, como hemos dicho anteriormente, establecer una identidad cultural sobre un período tan largo de tiempo, persistiendo el debate en torno al número de indígenas antes del contacto fluido con los blancos en el siglo XIX.
    La evolución demográfica registrada es escalofriante; si hacia mediados del siglo XIX eran 3,000 a 3,500, en 1884 eran unos 1,000 individuos y a principios del siglo XX esa cifra desciende a menos de 200 sobrevivientes. Para la década del 30 eran ya menos de 50.
    Los canoeros occidentales o Magallánicos, tuvieron un destino muy similar con estimaciones iniciales de unos 10.000 habitantes; pasan a ser menos de un centenar a mediados del siglo XX aunque lograron sobrevivir unos pocos núcleos de Alacalufes en la hermana república de Chile.
    Uno de los aspectos que recientemente más ha sorprendido sobre los Yámanas, ha sido el descubrimiento sobre la gran antigüedad de su asentamiento en la zona del canal de Beagle. Gracias a la extraordinaria labor de los investigadores –Orquera y Piana- , en el sitio llamado Túnel I cerca de Ushuaia, se rastrearon testimonios de ocupación humana datados en 7.000 años persistiendo, como mencionamos antes, el problema de la continuidad cultural. Es de suponer que hacia el final del Pleistoceno, el hielo comenzó a retroceder con el simultáneo avance del bosque de Nothofagus. En el sitio de excavaciones Túnel I en el Canal de Beagle, se encontraron indicios de un pueblo que encendía fuego, que consumía mamíferos marinos y tallaba la piedra hace 7.000 años. Hace unos 5,000 años el sitio de Túnel I comenzó a ser ocupado en forma más regular. Con razón Orquera y Piana han combatido la idea de un arrinconamiento y decadencia concebida como un arcaísmo cultural, sino que se han mostrado partidarios de una interpretación que privilegia la idea de una adaptación definida, con tecnología, usos y costumbres que les permitió el acceso a grandes cantidades de recursos en un ambiente muy agreste.
    Cuantos eran los Yámanas, antes de que los blancos alteraran sus vidas a lo largo del siglo XVIII y XIX, es un tema todavía abierto al debate. Algunos han especulado con máximos demográficos en torno a los 6.000 habitantes. Existe un interesante trabajo del italiano G. B. de Gasperi sobre “La disminución de la población indígena de Tierra del Fuego”. El estudio está fechado en 1913 y estima los siguientes números:

1864-1880 3,000 “Yaghanes”.

1884 Censo base Bridges, 949.

1886 Reducción a sólo 400 individuos.

1890 Para el mes de Diciembre informa de Gasperi de unos 300.

1898 Serían no más de 200.

1913 Entre 90 y 110 sobrevivientes.

1967 Se registraron 5 Yámanas puros todos de edad muy avanzada y 73 mestizos (Valory, 1968).

    Como puede verse hay un consenso bastante extendido entre los testimonios acerca de la decadencia y desaparición de los Yámanas. El número base para la década de 1830`s suele estar asociado a la opinión de Charles Darwin cuya estimación la estimación era de alrededor de 3000 Yámanas.
    El censo de Bridges al que la Misión Científica Francesa al Cabo de Hornos en 1882-83 tuvo acceso enumeraba 65 Yámanas en Islas Hermite y Wollaston, 49 en Tekenika, 42 en Península Rous, 62 en el Estrecho de Año Nuevo, 77 en la Bahía Ponsonby, 39 en el Paso Murray, 19 en Wullaia, 78 en Isla Scott y Lennox, 23 en Picton, 74 en Puerto Español, 87 entre Lapataia y Yendegaia, apenas 25 en Ushuaia, 52 en el Brazo Noroeste de Tierra del Fuego, 36 en Isla Gordon, 60 en Península Dumas, 70 en la costa Norte de Navarino y 63 en su costa Noroeste, repartidos entre 277 varones, 316 mujeres y 356 niños. Luego de ese censo en 1884-85 hubo una grave epidemia de sarampión que explica la caída demográfica para 1888 a unos 400 individuos. De acuerdo con W. S. Barclay autor del prefacio del diccionario de Bridges  para 1908 solo había un número escaso en torno a los 170 individuos y para 1924 el número no superaba los 50 sobrevivientes.
    Mucho más arduo ha sido el debate en torno de las causas, pero sin duda se debe considerar por lo menos los siguientes factores:

■ Ocupación espacial por el europeo, que genera dificultades para la pesca.

■ Enfermedades importadas como la epidemia de tuberculosis en 1879 en Ushuaia, o la peste de sarampión de 1884 que mató al 50% de los Yámanes.

 ■ Guerras, persecuciones y matanzas por parte de los blancos.

 ■ Cambios y alteraciones en el método de vida que los desintegra en su estructura económica y social.

 ■ Sobre-explotación europea de pinnípedos y cetáceos.

    Con razón se ha enfatizado en los últimos años este último factor que ya en 1881-82 había sido observado por el Doctor Hyades, miembro de la expedición francesa al Cabo de Hornos. La presencia del blanco estaba motivada en gran medida por la caza intensiva de lobos y ballenas en los mares del Sur. Las proteínas que los Yámanas obtenían de los mamíferos marinos comenzaron a escasear deteriorando su dieta, haciéndolos más vulnerables a las enfermedades. Es probable que los varamientos y las eventuales oportunidades de caza de ballenas también disminuyeran significativamente a lo largo del siglo XIX a medida que se fue intensificando su caza en el Atlántico Sur.
    Adicionalmente la política llevada a cabo por los misioneros en el siglo XIX de reunirlos en grupos sedentarios, favoreció la extensión de las enfermedades, debilitando a las comunidades. Resulta frustrante leer el informe de la misión francesa, pues allí anotaron que eran un pueblo muy robusto, que no sufrían prácticamente de enfermedades en las vías respiratorias ni de bronquitis. Hyades se asombra pues tras un año de estudio anota que jamás encontró un solo caso de lesiones del aparato circulatorio, ni pudo observar un solo caso de cáncer. No conocían ni las paperas, ni la varicela, ni la rubéola, ni la escarlatina, no tenían escorbuto, ni paludismo o difteria. Los dolores más frecuentes que se estudiaron en ellos fueron de origen reumático. Con la llegada de los expedicionarios balleneros y misioneros, empezaron a padecer los efectos de la tuberculosis, la sífilis y el sarampión, que entre ellos era, con frecuencia, mortal. En este sentido trágico el prefacio del diccionario Yamana-English de Bridges, W. S. Barclay nos dice:

 “The number of Yahgans in Darwin’s time 1828-1830 was probably around three thousand… In 1884 Mr. Bridges took a careful census of the whole tribe and reported less than one thousand members. In 1888 an epidemic of measles reduced them to about four hundred. In 1908 the tribe numberded only 170…”

    Como vemos, un testimonio coincidente con la descripción hasta aquí realizada. Sabido es que a partir de la década de 1850, los misioneros anglicanos hicieron enormes esfuerzos para radicarse en la zona, logrando por fin un asentamiento estable en la hoy llamada Ushuaia. En las cartas inglesas aparece en ocasiones como Ooshooia, y en algunos mapas franceses como Oushouaia. Desde aquí pretendieron evangelizar a los canoeros difundiendo en forma involuntaria enfermedades hasta entonces desconocidas por los indígenas. Aún imaginando las mejores intenciones por parte de los ingleses, es evidente que el contacto fue letal para los Yámanas. 
    En el informe de 1913 de G. B. de Gasperi se enumeran las ocho razones que considera determinantes:
1º Enfermedades importadas.
2º Guerra entre los indios.
3º Persecución por parte de los colonizadores.
4º Disminución de la caza.
5º Cambio de costumbres y régimen de vida.
6º Mestizaje.
7º Alcoholismo.
8º Exportación (sic) de indígenas.

    Para concluir quisiéramos recoger lo escrito en los informes de Hyades y Deniker donde se muestra los aspectos que más humanizan a estos espectros que se han perdido en el tiempo. Mientras todavía alegraban las aguas del Sur, Hyades y Deniker los describían como conocedores de un fuerte sentimiento de  amistad, con un muy desarrollado amor filial. Hombres y mujeres capaces de amar, de combatir con valor, de ser orgullosos y con una gran capacidad de observación. Siendo humanos padecían aquellos defectos que tan bien conocemos nosotros; podía haber odios y resentimientos entre las familias, mantenían ocasionales luchas, practicaban la eutanasia de los ancianos que ya no podían seguir el ritmo del grupo, los hombres podían infligir duros castigos corporales sobre las mujeres y los hijos, todos defectos que nuestra cultura no ha conseguido ni remotamente solucionar. En definitiva personas, con sus creencias, sus placeres y dolores, miembros de una cultura a la cual no se le dio ninguna ocasión de poder vivir y desarrollarse de acuerdo a sus deseos e intereses. Unos pocos supervivientes muchos mestizados, amputados de sus tradiciones pueden ser acaso lo último que podamos experimentar de aquel formidable legado. Hoy sólo queda el silencio en el canal, voces apagadas por el viento y el olvido que con frecuencia esconden la violencia implacable. Ocasionalmente asistimos a algún intento, casi homenajes, de rescatarlos para la memoria, para aprender de los errores del pasado y recordar a los que merecían un mejor destino que el brutal exterminio.

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Nota: existe en Ushuaia un “Museo Yámana” (Calle Rivadavia 56, Ushuaia, Tierra del Fuego).